PROG ROCK IV

En los grupos de Rock Progresivo todo era grandioso (a menudo grandilocuente, para que nos vamos a engañar). Si la música conseguía capturar a las audiencias, llevándolas a un mundo de sonidos desconocidos, sus espectáculos debían ser igualmente mastodónticos. Utilizaban espectáculos de luces, hielo seco, decorados tridimensionales, escenarios giratorios, disfraces y voltajes contundentes para dejar a su público con la boca abierta. La frase de la época es “no se vayan todavía que aún hay más”. Eran tiempos de un Peter Gabriel haciendo teatro, disfrazado y convertido en personaje de Lewis Carroll, de un Keith Emerson torturando su hammond y tocando un ¡piano volador!, de unos Pink Floyd con proyecciones alucinógenas y un Robert Fripp haciendo solos que llevaban al éxtasis o al aburrimiento. Eran tiempos de carpetas de discos fastuosas. De artistas que evolucionaron la imagen del Rock y el concepto de lo que era una portada de un disco, tiempos de las maravillosas y evocadoras portadas de Roger Dean para Yes, de los geniales diseños de Hipgnosis para la discográfica Harvest, de H.R. Giger ilustrando una portada de Emerson, Lake & Palmer. Eran tiempos de directos dobles, en ninguna otra década aparecieron tantos, triples y hasta cuádruples. Eran tiempos de temas de veinte minutos, de músicos autodidactas tremendamente imaginativos. Tiempos de excesos…
Los grupos ingleses fueron sin duda los más imaginativos y los pioneros del género, los que aportaron más fecundas ideas al nuevo estilo. Si bien la psicodelia nació en EEUU, el Rock Progresivo como concepto y movimiento musical nace en Inglaterra. Los pioneros del género son grupos de pop ingleses, cuyo acercamiento a arreglos más elaborados los coloca como punta de flecha del nuevo germen; tanto los grupos consagrados que dieron un paso hacia la experimentación, como es el caso de Cream, The Pretty Things o los Traffic de Steve Winwood, o los grupos que surgen ya con esa inquietud de explorar por nuevos caminos, como The Nice, The Moody Blues o Procol Harum.
Los cinco nombres fundamentales, los grandes grupos del Rock progresivo, son ingleses: Yes, Pink Floyd, Genesis, King Crimson y Emerson, Lake & Palmer. Pero muchos más surgieron a la sombra de aquellos: Atomic Rooster, Renaissance, Gentle Giant, Van Der Graaf Generator, Caravan… La lista sería interminable, pero ellos son los más destacados de un género que representó sus excesos más vergonzantes a mediados de la década. Soy un gran admirador de Rick Wakeman, pero he de admitir que su idea de hacer de la leyenda del Rey Arturo un espectáculo de hielo es demasiado incluso para mentes tan retorcidas como la mía. Poco aportó EEUU al Rock Progresivo, como excepción podemos nombrar a algún grupo americano, como Vanilla Fudge o Spirit, o, al gran inspirador que fue Frank Zappa, que sin ser un artista progresivo supo como nadie fundir esos dos mundos, el rock y el clasicismo, en un mundo musical sin precedentes. Sin duda, una de las imaginaciones más fecundas e influyentes del siglo, y el único artista americano que fue un referente notable para el género.

Zappa fue un referente sobre todo para los músicos de otros países europeos que comenzaron a desarrollar su propia visión del Rock Progresivo, fundiéndola con sus tradiciones musicales y enriqueciendo el mundo Progresivo hasta límites insospechados, con mucho de talento y prácticamente nada de olfato comercial. Puede que debido a las raíces musicales europeas, el Sinfonismo arraigó con fuerza en multitud de países europeos, dando lugar a grupos muy notables en países como Italia (Banco, Premiata Forneria Marconi, Le Orme), Francia (Ange, Lard Free, Magma), Suecia (Samla Mammas Manna), Holanda (Supersister, Focus), Dinamarca (Savage Rose), Grecia (Aphrodite’s Child)… pero si hay un lugar en que lo Progresivo alcanzó un status notable fue en Alemania, donde se convirtió en una forma de expresión autóctona con un nombre peculiar: Krautrock. Esta es su historia… Por algún extraño motivo a varios músicos de Alemania, Austria y Suiza se les ocurrió la genial idea de darnos clases de historia, biología, astronomía, e incluso geología a través de pesadísimos discos conceptuales de Rock Progresivo. La etiqueta que englobó a semejante torrente creativo se denominó Krautrock y si algo hay que admirar de estos “genios” es el tesón con el que pretendían unir conceptos tan apasionantes como el virtuosismo instrumental, el espacio exterior, la música electrónica y Wagner. A finales de los años 60, después de dos décadas en que la música americana había dominado totalmente el ocio de millones de alemanes debido a la semicolonización que sufrió el país con la instalación de bases militares norte americanas tras la II Guerra Mundial y en un periodo en que todo lo puramente germánico era asociado con el nazismo, algunos grupos empezaron a dotar de personalidad propia, es decir, de espíritu alemán, al rock’n’roll. Lo hicieron principalmente a través del sonido que ofrecían los nuevos teclados moog y los sintetizadores. Un sonido solemne, barroco y grandilocuente que se ajustaba perfectamente a la tradición musical de este país. El primer indicio público de que las cosas estaban cambiando fue la aparición en 1968 de dos grupos alemanes en el Festival Essen Song Tagen (dominado tradicionalmente por grupos americanos), eran Tangerine Dream y Amon Düül. En los años siguientes dos sellos, Ohr y Brain, editan discos de nuevos grupos como Ash Ra Temple, Embyo, Guru Guru, Cluster o Neu, y en 1972 ya se había publicado la increíble cifra de 500 discos de rock alemán. Muy pronto todas las grandes multinacionales quisieron contar en sus filas con algún representante del Krautrock y grupos como Passport, Can y Kraftwerk se lanzaron a nivel internacional. La invasión había comenzado.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Tengo que confesar que no sabía nada de todo esto. Siempre es bueno aprender algo nuevo...

Saludos!