ANDRÉS PAJARES

Es irritante el empeño que pone el tiempo en llevarme la contraria. Si en Diciembre de 2007 dedicaba una entrada al actor Fernando Esteso, refiriéndome a él como el perdedor de la pareja cómica que fueron Pajares y Esteso (algo así como los Laurel y Hardy casposos del cine español durante esa etapa del cine post-franquista que fue el destape) hoy debo retractarme, pues Andrés Pajares ha caido más bajo de lo que lo hiciera el alcohólico y desempleado Esteso. Pajares, quien tras su paso por el cine del populacho, tanto con sus películas con Fernando Esteso como con películas propias como la bizarra El Liguero Mágico (les recomiendo que visiten el capítulo de Fernando Esteso para saber más de la historia de la pareja), se hizo un nuevo nombre gracias a sus colaboraciones con Luis García Berlanga (Moros y Cristianos) o Carlos Saura (¡Ay Carmela!). Tras su nueva faceta de actor respetable Pajares siguió consiguiendo trabajo como actor (al contrario que su antiguo compañero, Esteso) en películas populares como la adaptación del comic Makinavaja y la serie televisiva ¡Ay Señor, Señor! que le mantuvo activo. Los últimos años, sin embargo, han sido oscuros para el actor. Escándalos televisivos de toda índole: divorcio con su mujer dispuesta a airear los trapos sucios, su hijo reconociendo que fue maltratado por Pajares al confesar su homosexualidad, rumores de que mantenía relaciones íntimas con su hija ilegítima, sumados a su consumo de drogas y a un estrepitoso fracaso profesional ya que su última obra tuvo que ser cancelada por falta de público, han acabado por fragmentar la desiquilibrada psique del actor. Después de organizar toda una serie de lamentables espectáculos frente a las cámaras, este semana entró disfrazado con una gorra y un bigote postizo al bufete de sus abogados. Armado con un spray irritante y una pistola de juguete, amenazó a todos los presentes. Roció con el spray a una mujer y mordió a uno de los abogados en la mejilla, cual Max Cady. Finalmente fue reducido y pasó a manos de la policía. Me temo que la historia irá más allá, para disfrute de esos vomitadores de carnaza que son los periodistas. Pero no hablaremos más aqui del tema. Baste de decir que me equivoqué, una vez más. La historia nos demuestra que, cuando hablamos de ídolos de barro, siempre se puede caer más bajo.



1 comentario:

Anónimo dijo...

A este si que no lo conozco pero, después de lo que leí, por las dudas, no lo invitaría a cenar...

Saludos y suerte